Volver a la Música – Declaración de Principios –

Restaurar una grabación musical es una tarea compleja.

Si se tratara de un cuadro o del fresco en una capilla renacentista, la pregunta principal sería ¿hasta dónde restaurar?. Lo que Miguel Ángel acabó de pintar en 1512 ¿debe verse como en ese momento? El paso del tiempo –o algunos de sus efectos– ¿es también parte de la obra?

En el caso de la música la situación se agrava por una razón sencilla. A diferencia de lo que sucede con la pintura, la grabación no es la obra. Es decir, lo que puede restaurarse es aquello que las tecnologías pasadas lograron capturar de ese sonido pero jamás el sonido original. Y el intento de disimular los límites de aquellas tecnologías tendrá siempre costos.

Resaltar ciertos sonidos –la vibración de un platillo, los matices de una voz, una línea del contrabajo– arrastrará consigo otros sonidos indeseables y, al contrario, borrar soplidos de cinta o ruidos de superficie puede hacer desaparecer partes esenciales de la música.
El criterio dominante en las ediciones industriales de las últimas décadas fue eliminar todo resto del pasado. El “ruido de superficie” fue convertido en el malo de la película y una “remasterización” moderna requería, necesariamente, su desaparición.

Nuestra posición es diferente. Hay un límite y ese límite es la integridad de la música.
Una grabación de 1930 es una grabación de 1930. Puede hacerse mucho con ella. Es posible recuperar sonidos que los equipamientos de esa época no permitían escuchar. Puede conseguirse una claridad de planos y de timbres inédita y los programas virtuales más modernos permiten recuperar armónicos y una tridimensionalidad del sonido antes impensable. Lo que no es posible –ni deseable– es convertirla en una grabación actual.
Como en las cirugías estéticas mal hechas, el costo de querer borrar lo imborrable es lo monstruoso.

En las restauraciones de Lantower no tratamos de disfrazar el origen ni la antigüedad. No buscamos que todo parezca nuevo. Apenas tratamos de que se escuche todo lo que los artistas imaginaron que debía ser escuchado. Y, tal vez, un poco más. Y son las propias grabaciones las que indican lo que los artistas deseaban. Hay casos, como el de Duke Ellington, que grabó con dos baterías para subsanar las carencias de las grabaciones de las primeras décadas del siglo pasado, o George Martin, que aceleró un poco la grabación de “She`s Leaving Home”, de The Beatles, para lograr una mayor definición del timbre del arpa, que, en 1967 y con el equipamiento que tenía a disposición, no tenía forma de lograr de otra manera. O Joâo Gilberto, que decidió que en sus primeras grabaciones la orquesta sonara como situada a lo lejos (una decisión que las ediciones posteriores a la primera desconocieron y traicionaron). Hay otros casos donde, sencillamente, lo que se pretendió fue un sonido lo más cercano posible a lo que sonaba en vivo.

La restauración deberá tener en cuenta con qué clase de objeto estético está trabajando y tomar sus decisiones –nunca fáciles, jamás las únicas posibles– a partir de ello. Y, desde ya, de la calidad de las fuentes disponibles que en algunos casos permite milagros y en otros se erige como un escollo difícil de salvar.

En las ediciones de Lantower, y en contra de la tendencia industrial, el ruido de superficie vuelve a estar allí cuando se trata de las grabaciones más antiguas. Nunca más que lo necesario. Jamás menos que lo que pone en peligro a la música misma.

Reseña de la Prensa


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La discoteca de Babel

Por Diego Fischerman

Es una de las sorpresas más gratas y desapercibidas que brindan las disquerías: bajo los anodinos nombres de sus colecciones —Grandes del tango, Grandes del jazz, Las voces del siglo XX—, el sello Lantower, creado y dirigido por Roberto Sarfati, esconde conciertos inhallables, versiones olvidadas, rarezas dignas de melómanos obsesivos y hasta grabaciones inéditas de nombres como Sinatra, Marlene Dietrich, Tita Merello, Oscar Peterson, Bruno Walter, Billie Holiday, Piazzolla y De Caro, entre muchísimos otros. Y, como si fuera poco, a buen precio y en ediciones cuidadas, que incluyen información en muchos casos desconocida.
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